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© Berta Martín de la Parte. Imagen creada con IA. |
Introducción
¿Y si no fuéramos más que dibujos tridimensionales? ¿Y si la vida, con su paso invisible, fuera una gran mano que nos va borrando lentamente los colores, las texturas y las líneas?
Este cuaderno DIBUJOS QUE EL TIEMPO NO BORRA, reúne cuatro relatos que exploran esa idea desde distintos rincones del alma. No son cuentos en el sentido clásico. Son reflejos. Son retratos del tiempo, del amor, de la pérdida, y de la transformación. Hoy publico el II relato titulado: Clara, en el papel del viento. Enlace al primer relato: Elías, el hombre que se borraba.
II "Clara, en el papel del viento"
El día que Clara dejó de respirar, no fue el final. Fue apenas un cambio de trazo.
Ella lo supo antes que nadie. Una mañana, lo sintió en los dedos: ya no podía coser con precisión. Las agujas resbalaban de su tacto como si fueran de humo. El mantel que bordaba para acompañar las tardes comenzó a desdibujarse. El pájaro que había nacido en la esquina superior se deshizo en hilos sueltos. Clara no lo corrigió. Lo dejó volar.
Había aprendido, con los años, a aceptar la pérdida como parte del arte de estar viva. Porque la vida —ella lo entendió antes que Elías— no era una obra terminada. Era un dibujo que se deshacía a medida que uno lo recorría.
Desde su lugar más leve, Clara ahora observa. No como se observa con ojos. Lo suyo es un mirar hecho de presencia. Es parte del aire que toca la frente de Elías cuando duerme. Está en el temblor de las hojas cuando él pasa cerca de un árbol. En la manera en que una canción que ya no suena sigue recordándose. Elías no lo sabe, pero la siente. La siente en los silencios que no pesan. En las palabras que aún puede decir sin voz. Y cuando recuerda —cuando vuelve a ella en sus pensamientos, al aroma del pan por las mañanas, al roce tibio de una caricia ya ida— Clara se pinta por un instante. Aparece, fugaz y vibrante, en el lienzo de su mente.
Porque eso es lo que son ahora: recuerdos con cuerpo tenue. Pero no todo se borra.
En la ciudad, otros también comienzan a perder color. No es una maldición, ni un castigo. Es simplemente el paso a otra forma. Hay niños que nacen ya con líneas suaves, como si vinieran al mundo sabiendo que el trazo no es lo importante. Hay ancianos que, al borde de desdibujarse por completo, se iluminan de dentro hacia afuera, como si el alma finalmente alcanzara la superficie.
Y entre todos ellos, Clara , desde ese lugar leve, ha comenzado a tejer algo nuevo. Sin manos, sin hilo. Con memoria. Teje un mapa invisible de los que ya no están completos pero aún existen. Los que fueron dibujos y ahora son viento. Los que dejaron de tener forma, pero siguen tocando cosas: flores, rostros, ideas. Como notas de una canción que no se escribe, pero se siente.
Ella es parte de esa sinfonía leve. Y en ella, Elías es un instrumento más.
Una noche, Elías se sentará en el banco donde solía esperarla. No hablará. No llorará. Solo dejará que el silencio se pose sobre sus hombros como un chal. Y entonces, lo sentirá: una ráfaga tibia, un leve olor a lavanda, un color que no se ve con los ojos. Clara!
No será un fantasma, ni una aparición. Será presencia: exacta, callada, incorpórea. Como un trazo en el aire que aún no se borra.
Elías cerrará los ojos. No necesitará más pruebas.
A su lado, sobre la madera vieja del banco, encontrará un cuaderno abierto. Con una figura dibujada, aún inacabada, aún viva. La imagen de una muchacha de ojos grandes y silencios largos, que parece dibujar lo que el mundo no ve. Firmado con el nombre Lucia.
Y así continuará su historia:
No serán líneas, ni páginas, ni cuadros. Serán pasos que se dan sobre el papel de su propio mundo, dejando marcas que solo los que han empezado a borrarse pueden leer.
Porque hay vidas que no se olvidan. Se transforman. Se funden con el aire. Se hacen parte de todos.
Como Clara. Como Elías. Como nosotros, los que un día fuimos dibujos y ahora, con cada gesto, nos estamos volviendo eternos.
Fin
Continuará con el siguiente capítulo titulado " Lucia, la que aún dibuja"
Derechos de autor: Berta Martín de la Parte.
Saludos cordiales para todos.
Seamos felices.