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© Berta Martín de la Parte . Imagen creada con IA. |
Introducción
¿Y si no fuéramos más que dibujos tridimensionales? ¿Y si la vida, con su paso invisible, fuera una gran mano que nos va borrando lentamente los colores, las texturas y las líneas?
Este cuaderno DIBUJOS QUE EL TIEMPO No BORRA, reúne cuatro relatos que exploran esa idea desde distintos rincones del alma. No son cuentos en el sentido clásico. Son reflejos. Son retratos del tiempo, del amor, de la pérdida, y de la transformación. Hoy publico el II relato titulado: Lucia, la que aún dibuja.
Enlace al primer relato: Elías, el hombre que se borraba.
Enlace al segundo relato: Clara, en el papel del viento.
"Lucía, la que aún dibuja"
Lucía siempre supo que algo era distinto en ella.
Mientras los demás corrían por la vida como si el tiempo fuera un trazo que no admitía correcciones, ella caminaba despacio. Observaba. Tocaba las cosas como si temiera que se borraran. Porque lo sabía, sin saber cómo: todo lo hermoso se desgasta.
Desde pequeña, dibujaba. No por talento, sino por necesidad. Como si el mundo fuera demasiado frágil y su deber fuera atraparlo antes de que se deshiciera. Dibujaba manos, puertas abiertas, miradas entre desconocidos. Y en sus cuadernos, los colores eran más intensos que en la vida real. Como si pudiera restaurar lo que los años robaban.
Cuando su madre comenzó a perder la memoria, Lucía dibujó sus ojos. Lo hizo cada día durante meses. No para retenerla a ella, sino para no olvidarse de sí misma al verla desvanecerse.
Una tarde cualquiera, conoció a Elías. No fue una conversación larga. Apenas cruzaron palabras mientras ella esbozaba el banco en el que él solía sentarse. Pero había algo en su figura —en su contorno apenas visible— que la detuvo. Elías era como un trazo que no se decide a quedarse en el papel. Un hombre en proceso de desaparición, pero sin tristeza. Con la serenidad de quien ha entendido el cambio.
Ella no lo dibujó esa vez. Lo observó. Lo guardó. Como se guardan los tonos exactos del cielo al atardecer.
Después, vino la segunda coincidencia.
Clara apareció en un sueño. Lucía la vio con total nitidez, con la claridad extraña de las visiones que no son del todo propias. Estaba de pie frente a una ventana sin vidrio, con las manos alzadas, tejiendo hilos invisibles que flotaban hacia el horizonte. Y Lucía, aún dormida, entendió: aquello no era un sueño. Era una invitación.
Desde entonces, algo cambió en su forma de dibujar. Los trazos eran más sueltos, como si una voz suave —no suya— la guiara. Empezó a pintar con los ojos cerrados. A dejar que los colores eligieran su lugar. No firmaba los cuadros. No los mostraba. Los dejaba en bancos, en estaciones, en los pasillos de hospitales.
Y entonces sucedió lo imposible.
Un niño encontró uno de esos dibujos. Lo miró largamente y le dijo a su madre: “Ella me recuerda a la señora que vino ayer en mi sueño. La del chal invisible.”
Lucía escuchó eso al pasar, y supo. No era la única.
Alguien estaba hilando almas.
Ya no se trataba de retener formas, sino de liberarlas. De entender que, si bien todos somos dibujos, algunos también son puentes. Y Lucía había sido elegida para ser uno de ellos.
Ahora pinta sin miedo. No para detener el tiempo, sino para traducirlo. Cada dibujo es un gesto hacia los que se están borrando. Un reconocimiento. Una bienvenida. Un susurro: te veo, aunque ya no estés del todo.
Lucía no necesita saber quién fue Clara ni por qué Elías la sigue visitando en sueños. Lo siente. Está dentro del trazo. En la suavidad del color que no se nombra.
Y pronto, sin saberlo aún, ella también será parte de una historia mayor.
Una en la que tres dibujos se encuentran. No para permanecer, sino para revelarse.
Fin
Derechos de autor: Berta Martín de la Parte.
Saludos cordiales para todos.
Seamos felices.
Buenas noches, Berta.
ResponderEliminarHa sido un placer leer la conti de esta historia fantástica, es muy bonita y sus personajes entretienen mucho.
Lucía es muy lista con el dibujo. Le gusta desde pequeña.
Feliz fin de semana.
Abrazos.
.Mónica
Buenos días, Mónica.
EliminarSon relatos sencillos, sin pretensiones. Gracias por dedicar un poquito de tu tiempo para leerlos. Todavía queda la IV entrega, estoy en proceso de su escritura. Será algo así como un cruce de trazos. Pero eso verá la luz en este espacio, el próximo mes.
Mientras tanto, te deseo un feliz verano...Se anuncia muy calurosooo!
Un abrazo y feliz fin de semana. Berta
Siempre es un lujo leerte, sabes escribir sin distracciones y tus relatos son amenos. Un abrazuco
ResponderEliminarFeliz verano querida Ester; si consigo amenizar alguno de tus momentos, ya me doy por satisfecha. Un abrazo.
EliminarPrecioso tu texto, en el destacaría la sensibilidad de Lucía, para percibir esas almas errantes
ResponderEliminarGracias por dejarnos esperanza de que hay algo más allá de esta vida
Un besote y abrazo 😘🙋
Campirela, sí, somos al fin y al cabo almas errantes. Feliz de verte por mi rinconcito. Un abrazo y feliz verano. Berta😘
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