| Imagen creada con IA © Berta Martín de la Parte |
Elena se puso sus lentes de sol, los grandes, esos que le daban un aire a Sofia Loren.
A sus 67 anos, se había reencontrado con su reflejo y le gustaba lo que veía.
Caminaba con paso firme por la rambla de su ciudad costera, con el mismo swing con el que había entrado a la universidad, con 54 años, para estudiar Psicología porque “ ya no le debía nada a nadie “.
Llegas tarde- dijo ella sin mirar el reloj.
Llego a tiempo para el café- respondió Raúl, que apareció con su típica camisa de lino abierta dos botones más de lo socialmente aceptable. Tenía 70, aunque decía que esa cifra era solo un trámite.
Ambos se conocieron en un taller de escritura creativa organizado por la biblioteca pública de la ciudad.
Él llego con un poema en la mano y un mate bajo el brazo.
Ella , con un cuento corto sobre la libertad después de los sesenta.
Se cayeron bien desde la primera carcajada compartida. Tenían los mismos anhelos, los mismos sueños , las mismas ilusiones, el mismo interés por continuar descubriendo el mundo.
Hoy estás más luminosa que ayer- le dijo él, ambos sentados en la terraza del café .
Será que ayer llovía- respondió ella, dejando que la brisa del mar le revolviera el cabello. Siempre le había gustado que las frases tuvieran doble fondo.
Raúl no era de los que hablaban de achaques ni de pensiones. Había sido músico en su juventud y ahora, con más tiempo y menos presiones, tocaba el saxofón en una banda de jazz que ensayaba los viernes por la tarde y, se presentaban ocasionalmente ante el público en celebraciones como bodas o bautizos. Se resistía a la idea de jubilar su pasión.
Elena lo admiraba por eso. Ella tampoco pensaba en “ retirarse”; escribía artículos para
revistas digitales sobre envejecimiento activo, daba charlas en centros culturales, y cada tanto se lanzaba sola a algún viaje corto, con mochila, libre y una lista de cosas por descubrir.
¿Te conté que me inscribí en un curso de fotografía digital?- preguntó ella, revolviendo su café con canela.
¿Y yo te dije que estoy aprendiendo francés por una app que me reta cuando no practico?- contestó él con una sonrisa en los labios.
Ay, Raúl, si hace diez años me hubieras dicho que a los 67 iba a estar sacando selfies artísticos y planeando irme sola a Islandia, te juro que me hubiera reído en tu cara.
Y si a mí me hubieran dicho que iba a tener un canal de YouTube con mis nietos en el que hablamos de música de los 70 y videojuegos actuales, los habría internado a todos.
Rieron como lo hacen quienes saben que la vida se está cocinando ahora mismo, no en algún recuerdo, ni en un plan para “ cuando se pueda”.
La mayoría de la gente cree que después de cierta edad uno empieza a desaparecer, ¿no?- dijo Elena bebiendo con un sorbo corto el café.
Sí, pero nosotros somos más como manchas de vino tinto sobre mantel blanco: imposibles de ignorar- respondió Raúl, guiñándole un ojo.
A su alrededor, el mundo seguía en su ritmo. Jóvenes con auriculares, turistas con cámaras, familias con niños gritando. Ellos eran parte de ese paisaje, no como nota al pie de página, sino como protagonistas.
Porque a diferencia de lo que dictaba la vieja narrativa, la sexalescencia- como se llamaban entre ellos y sus nuevos amigos- era una edad de estrenos.
¿ Y si organizamos un viaje sin mapa?- propuso ella de pronto.
¿ Cómo así?
Elegimos una fecha, sacamos dos pasajes, y cuando llegamos al aeropuerto decidimos a donde vamos. Nada de itinerarios, nada de reservas. Como cuando teníamos veinte y creíamos que el mundo nos debía una aventura.
Raúl la miró como si ella acabara de darle la mejor idea del año.
Elena, contigo es imposible no enamorarse un poquito cada día.
Raúl. contigo es imposible aburrirse. Pero tranquilo, enamorarse no es obligatorio, solo vivir con ganas.
Pagaron el café. Se pusieron sus mochilas livianas- con más anécdotas que ropa- y caminaron sin prisa. Eran los nuevos “ adolescentes de la experiencia” , como decía Elena en una de sus columnas más leídas.
Y mientras el sol descendía dejando estelas de arco iris, ella sacó una foto del mar.
Para el Instagram- dijo-. Con el hashtag #SexalescentesEnRuta.
Raúl levantó el pulgar.👍 Porque sí, se puede tener setenta y seguir diciendo que la vida apenas comienza.
Final.
Saludos para tod@s y continuemos siendo felices.
Derechos de autor : © Berta Martín de la Parte






